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domingo, 20 de septiembre de 2009

UN ERROR PERFECTO.


UN ERROR PERFECTO.


Mi abuelo amaba la vida - especialmente cuando podía hacerle una broma a
alguien. Hasta que un frío domingo en Chicago, mi abuelo pensó que Dios le había
jugado una broma. Entonces no le causó mucha gracia. Él era carpintero. Ese día
particularmente él había estado en la Iglesia haciendo unos baúles de madera
para la ropa y otros artículos que enviarían a un orfelinato a China. Cuando
regresaba a su casa, metió la mano al bolsillo de su camisa para sacar sus
lentes, pero no estaban ahí. Él estaba seguro de haberlos puesto ahí esa mañana,
así que se regresó a la Iglesia. Los buscó, pero no los encontró. Entonces se
dio cuenta de que los lentes se habían caído del bolsillo de su camisa, sin él
darse cuenta, mientras trabajaba en los baúles que ya había cerrado y empacado.
¡Sus nuevos lentes iban camino a China!. La Gran Depresión estaba en su apogeo y
mi abuelo tenia 6 hijos. Él había gastado 20 dólares en esos lentes. "No es
justo" le dijo a Dios mientras manejaba frustrado de regreso a su casa. "Yo he
hecho una obra buena donando mi tiempo y dinero y ahora esto". Varios meses
después, el Director del orfelinato estaba de visita en Estados Unidos. Quería
visitar todas las Iglesias que lo habían ayudado cuando estaba en China, así que
llegó un domingo en la noche a la pequeña Iglesia a donde asistía mi abuelo en
Chicago. Mi abuelo y su familia estaban sentados entre los fieles, como de
costumbre. El misionero empezó por agradecer a la gente por su bondad al apoyar
al orfelinato con sus donaciones. "Pero más que nada", dijo "Debo agradecerles
por los lentes que mandaron. Verán, los comunistas habían entrado al orfelinato,
destruyendo todo lo que teníamos, incluyendo mis lentes. ¡Estaba desesperado!
Aún y cuando tuviera el dinero para comprar otros, no había donde. Además de no
poder ver bien, todos los días tenia fuertes dolores de cabeza, así que mis
compañeros y yo estuvimos pidiendo mucho a Dios por esto. Entonces llegaron sus
donaciones. Cuando mis compañeros sacaron todo, encontraron unos lentes encima
de una de las cajas". El misionero hizo una larga pausa, como permitiendo que
todos digirieran sus palabras. Luego, aún maravillado, continuó: "Amigos, cuando
me puse los lentes, eran como si los hubieran mandado hacer justo para mí!,
¡Quiero agradecerles por ser parte de esto!". Toda las personas escucharon, y
estaban contentos por los lentes milagrosos. Pero el misionero debió haberse
confundido de Iglesia, pensaron. No había ningunos lentes en la lista de
productos que habían enviado a China. Pero sentado atrás en silencio, con
lágrimas en sus ojos, un carpintero ordinario se daba cuenta de que el
Carpintero Maestro lo había utilizado de una manera extraordinaria.


Cheryl Walterman Stewart

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